Comentario
Sin duda fue concebida igualmente como un servicio divino y su época de esplendor es también el período clásico, ya sea en finísimos relieves en estuco -como el del templo de la "Cruz Foliada" de Palenque- o las estelas de Piedras Negras y Tikal, o las tallas delicadísimas de las jambas de las puertas, en madera, de esta última. Quizá el relieve es lo que más sobrevive al cambio del Petén al Yucatán, pues son notables los del Friso de los Jaguares, en Chichén Itzá, en medallones. Verdaderas estatuas, en sentido de una obra escultórica que pueda ser contemplada desde todos sitios, no tuvieron, aunque sí hicieron esculturas de bulto, pero para ser adosadas a un muro, como el huehueteotl (con palabra mexicana), la Niña que canta o los jaguares rampantes de Copán.
Originales, y por ello merecedoras de mención especial, son las estelas escultóricas y altares de Copán y Quirigúa, de grandes proporciones estas últimas. Figuras de oficiantes aparecen en las dos caras de la estela, talladas en altísimo relieve, con expresivas caras y grandes tocados de máscaras y plumas sobre las cabezas. A los lados, verticalmente, las filas de jeroglíficos, donde el escultor hizo gala de la minucia de la talla, conseguida con escoplos de piedra.